El
caminar por la montaña es un símil muy bueno al caminar por la
vida.
Entre
los muchos aspectos que se pueden enfrentar, hoy me centraré en uno:
la mochila.
Cuando
vas a la montaña es muy importante lo que lleves en tu mochila, de
esto dependerá que ésta se convierta en tu amiga o en tu “enemiga”.
En
principio, y de partida, la mochila es nuestra amiga, pues es la que
nos va a ayudar a transportar todo lo que necesitamos, desde la
comida que nos alimentará al abrigo que nos abrigará, el agua que
calmará nuestra sed (y quizás la de otro) o lo que nos proteja del
sol abrasador.
Pero,
¡ojo! Hablamos de “todo lo NECESARIO” pues aquí reside el
peligro de que nuestra mochila se convierta en una “enemiga”
frente a la caminata.
Si
en vez de equiparla, exclusivamente, de cosas esenciales, la cargamos
con cosas “por si” o recurrentes “ya que” que nos
proporcionen una seguridad ficticia frente a lo desconocido, sólo
hará que ésta aumente su peso y así cuánto más peso carguemos,
más lentamente y con mayor esfuerzo nos moveremos.
Y
hasta ahora sólo hablábamos de cosas materiales, ya no digamos las
emocionales.
Cuánto
más alta es la montaña -pensemos en un ocho mil- mayor es el equipo
NECESARIO que deberemos llevar y para ello está la ayuda de
porteadores o de burros de carga tirados por arrieros. E incluso en
montañas menos altas, siempre encontraremos un amigo generoso, y con
espacio en su mochila, que nos libere de un poco de peso.
Pero
cuando la carga se trata de algo emocional, ésta suele ser mucho
mayor que cualquier material y ahí no es de justicia cargar a otros
(normalmente a los que tenemos más cerca y que más nos quieren) de
nuestras pesadas cargas emocionales.
Más
bien, por qué no abres tu mochila, saca todo lo que hay y párate un
momento a pensar: ¿lo necesito realmente?.
Quizás
encuentres cosas que en un momento fueron importantes pero que hoy
día ya se quedaron obsoletas; otras que una vez guardaste (tan bien
guardadas) que ni siquiera recordabas que estaban ahí y que en cada
caminata has cargado; otras que alguna persona te dio y con cariño
guardaste pero que realmente nunca has utilizado (ni lo harás) pero
a la que, de alguna manera, te sientes vinculado y te cuesta sacar de
la mochila.
Y
aunque alguna vez tengamos la tentación de querer ir tan “ligeros
de equipaje”, que nos gustaría caminar sin mochila, nuestra
mochila es una parte fundamental para nuestro caminar y será nuestra
amiga siempre y cuando contenga SOLO lo necesario.
Por
lo que, revisar lo que cargamos en nuestra mochila será recomendable
ante cada nueva caminata, así como en diferentes momentos del
camino,
que es nuestra vida.